Allá por el año me compré un perro muy dulce.
Cuando Juan vino, mi perro lo mordió. Me pareció raro. Mientras lo curé y le puse un algodón porque le sangraba mucho …
Un día de semana, vino Juan todo vendado, entonces se enojó conmigo y me dijo: mirá lo que hiciste, ahora no puedo hacer gimnasia, mi materia favorita”.
Atención ¡cuidado! ¡no me toques! Cualquiera pensaría que esa lastimadura no se podía tocar, pero yo la toqué.
¡Pobre Juan! le estuve poniendo hielo todo el día y le ardía.
Al fin y al cabo, Juan se fue de mi casa muy contento y se amigó conmigo.
En fin, mañana le sacarán el vendaje.
Berenice