Bartolo
sembró un cuaderno en una maceta. Lo regó, lo puso al calor del sol y, cuando
menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó una planta tiernita con hojas de todos
colores.
Pronto la planta comenzó a dar cuadernos. Eran hermosos, como esos que les gustan a los chicos. Tenían tapas de colores y muchas hojas muy blancas, que invitaban a hacer dibujos.
Pronto la planta comenzó a dar cuadernos. Eran hermosos, como esos que les gustan a los chicos. Tenían tapas de colores y muchas hojas muy blancas, que invitaban a hacer dibujos.
Bartolo
aplaudió siete veces de contento y dijo:
—¡Ahora, todos los chicos tendrán cuadernos!
—¡Ahora, todos los chicos tendrán cuadernos!
Pobres los chicos del pueblo. Estaban tan
caros los cuadernos que las mamás, en lugar de alegrarse porque escribieran
mucho y los fueran terminando, rezongaban y les decían:
—¡Ya
terminaste otro cuaderno! ¡Con lo que
valen!
Y los chicos …
Y los chicos …
Laura Devetach
¿a ustedes
les gustan los cuadernos?
Santino: Si, yo en un cuaderno pegaría stickers.
Lucas: ¡Sí!
Para dibujar dinosaurios grandes.
Jeremías: No, yo no quiero cuadernos para trabajar.
¿cómo
será Bartolo?
Jeremías: Bartolo es un señor flaco y orejas grandes.
Santino: Es un hombre con corbata.
Lucas: Mi Bartolo es sin corbata, sin orejas y
sin nariz.
¿qué
cosas entregarían gratis?
Santino: Yo les regalaría jumper a las nenas que se
portan bien.
Lucas: Un muñeco de armas. Se lo regalé a mi primo.
Jeremías: A mí no me gusta regalar nada gratis.