el blog de los pequeños escritores

La lectura conduce al deseo de escribir.

En el taller literario, la palabra tiende a sumar otras palabras.

La intención fluye como el agua. Lo importante … es la sed.

lunes, 12 de diciembre de 2011

terrores nocturnos (II)



Un día pasé por la puerta del último cuarto.  Yo buscaba a Tere que hacía de sardina, y de repente me encontré con la abuela. Ella salía de ahí y casi nos chocamos.
-Por aquí no vengas, Manuela -me advirtió-. En esta habitación no se puede jugar. Se usa sólo para  guardar mis adornos y muebles antiguos.
Nunca la había visto tan nerviosa. 




Casi me empujó por la cocina hasta el patio y cerró de un golpe la puerta de vidrio que daba al pasillo.
Cuando encontré a Teresa, detrás de un reloj de pie y medio tapada por las cortinas de la ventana del living, no pude aguantar la curiosidad y le pregunté:
- ¿Por qué tu abuela no nos deja entrar ahí?” ...

María Brandán Aráoz



continuar …


Tere estaba tranquila, pero en sus ojos se notaban los nervios que habían provocado mi pregunta.
_ Es … una vez … es que … bueno … su marido …
_ ¿Qué es marido? –interrumpí.
_ ¡Su esposo!
_ Ah.
_ Bueno … su esposo … es un cuarto “especial” …  Yo una vez entré … te da escalofríos, la soledad domina el lugar.  El esposo le hizo a la abuela una taza de arcilla …
_ ¿De arcilla? –grité.
_ ¡De arcilla!  Bueno … cuando entré, fue sin permiso de la abuela y tuvo que contarme la historia.  Su marido le hizo una taza de arcilla.  Mientras la hacía, según lo que contó, él escuchó el sonido de unos tacos golpear contra la cerámica ...
_ ¿Tacos para comer?
_ Nooo. ¿Qué te pasa hoy?  Tacos … los de los zapatos …
_ Ah, si.
_ Bueno … los tacos …  La abuela al verlo esconder algo se enojó mucho.  Se le cruzó cualquier cosa rara.  Agarró una maza que había a unos metros y con un golpe eco, le rompió la cabeza …
_ ¿Con una masa?  ¿Cómo hizo?  ¿Si está hecha con harina?
_ Nooo.  ¡Maza!  Las que se usan para aplastar milanesas.
_ Ah.
_ Bueno –dijo Tere, ya harta de mis malentendidos- la abuela al darse cuenta de lo que hizo, lo llevó al hospital.  El abuelo pudo decir unas palabras, lo que sucedió antes de morir, y la abuela estuvo quince años presa.  Nadie sabe esto.  Allí, en su habitación, aún está la mancha de sangre, y la taza hecha por la mitad en su escritorio.  La abuela va a allí para recordarlo, llorarlo …
_ Está bien, está bien –dije- no quiero escuchar más.  Me hace mal.
Y en ese momento apareció la abuela, había escuchado todo.  Con su mirada triste y su pesada historia encima, fue caminando con sus cortos pasos al cuarto nuevamente, para sumergirse en los espantosos recuerdos de su memoria.  Tantas veces que había soñado a la noche con ellos, aprendió a soportarlos y a hacer que su vida y los recuerdos de su esposo dependan de ellos.
Micaela