Allá por el año 1918, Clara, mi tía, había tenido un bebé.

Cuando Juan lo agarraba de la mamá para que se quedara tranquilo, el primo le traía un vaso de agua porque también estaba tan nervioso, igual que la familia de ella.
Cuando Juan lo agarraba de la mamá para que se quedara tranquilo, el primo le traía un vaso de agua porque también estaba tan nervioso, igual que la familia de ella.
Un día de semana, Clara, después de tener al bebé, volvía a su casa, entonces Juan le prepara una picada.
Atención ¡cuidado!, grita Juan, porque el bebé tenía un alfiler en la mano. Cualquiera pensaría que se iba a pinchar. ¡Pobre Juan! le caían gotas de agua porque el pequeño niño se podía pinchar.
Al fin y al cabo, el niño no se pinchó.
Luciana P.