Su casa es de vidrio.
Su cuerpo es cada grano de arena
ca
yen
do
de una habitación
a otra.
Ese hogar, ese reloj que lo acuna,
guarda un verano.
En su edén propio vive el tiempo.
Cuando se desgarra completamente
a través del embudo de la puerta,
cuando termina de morir,
se acurruca en la sala baja
y una mano
vuelve a ponerlo todo de cabeza.
El tiempo vuelve a caer
de nuevo muriendo
y pariéndose.
Ayelén