el blog de los pequeños escritores

La lectura conduce al deseo de escribir.

En el taller literario, la palabra tiende a sumar otras palabras.

La intención fluye como el agua. Lo importante … es la sed.

jueves, 9 de junio de 2011

el personaje soy yo (I)


El ejercicio consiste en escribir un texto en primera persona, incorporando algunas frases  que  elegí  …





El libro, la carta y el tren

Había vuelto de capital. 
Tenía por delante un largo viaje.  Cuando por fin llegó el tren busqué un lugar junto a la ventanilla.  Había empezado a leer un libro, se trataba de un joven que viajaba al Amazonas, era muy interesante para mi gusto. 
Empezaba a anochecer.
Entró un hombre alto y morocho.  Se sentó de espaldas a la puerta. 
El misterioso hombre se bajó del tren inmediatamente, fui testigo del último encuentro. 
A partir de esa hora el tren volvía a Quilmes, mi próximo destino. 
Después de escribir una carta, mientras regresaba el tren vi al mismo hombre misterioso.  No le di importancia y seguí mi viaje.
  Manuela

Había ...

Había empezado a leer cuando pasaba el tren y regresaba.
De espaldas a la puerta le escribí una carta a mi abuelo. 
Se escuchaba el viento,  más allá de los ventanales danzaba el aire. 
Fui testigo del último encuentro del caso.  A partir de esa hora, empezaba a anochecer.

Candela



Más allá ...

Más allá de los ventanales danzaba el aire, con un silbido que me ponía la piel de gallina. 
De espaldas a la puerta de la habitación, empecé a escribir una carta.  ¡Cómo me dolía escribir eso!
Empezaba a anochecer y se hacía tarde … Todo iba a pasar a partir de esa hora.  Después de escribir la carta, abrí la puerta, y me fui a la estación, subí al tren, nadie podía verme.
Al llegar a mi destino, bajé.
Me encontré con la chica a la que debía entregar la carta, allí estaba.  A su lado, mirando hacia otro sitio, a unos cuantos pasos, estaba el chico al que debía cuidar.
Ella quería gustarle a él, para luego, engañarlo y lastimarlo.  Él, la amaba, ella, no.  Coloqué la carta en su cartera color fucsia y gris.  No tuve que ser cuidadosa ya que a los Ángeles Guardianes no nos pueden ver. 
La mujer pensó que él había puesto la carta, tal como estaba planeado.  Cuando me di cuenta, ya había empezado a leerla. 
Ella se alejó de él, disgustada por las palabras escritas en aquel trozo de papel. 
A él, se le rompió el corazón.  Fui testigo de ese último encuentro. 
Lo seguí, como siempre debo hacer.  Cuando regresaba en tren, vi como una lágrima rodaba por su mejilla, pero no sabía que yo lo había hecho por su bien, y que lo esperaba algo mucho mejor.
Micaela