Un día pasé por la puerta del último cuarto. Yo buscaba a Tere que hacía de sardina, y de repente me encontré con la abuela. Ella salía de ahí y casi nos chocamos.
-Por aquí no vengas, Manuela -me advirtió-. En esta habitación no se puede jugar. Se usa sólo para guardar mis adornos y muebles antiguos.
Nunca la había visto tan nerviosa. Casi me empujó por la cocina hasta el patio y cerró de un golpe la puerta de vidrio que daba al pasillo.
Cuando encontré a Teresa, detrás de un reloj de pie y medio tapada por las cortinas de la ventana del living, no pude aguantar la curiosidad y le pregunté:
- ¿Por qué tu abuela no nos deja entrar ahí?” ...
María Brandán Aráoz
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No podés entrar porque somos grandes.
A la noche bajó acelerada, abrió la puerta y quiso ir a su cuarto. Caminó y siguió.
_ ¡Al fin! Llegué transpirada a la mañana. Abuela, estoy caliente.
_ ¿Por qué no nos tomamos un helado?
_ Está bien.
Candela