Cuando nací, ya existía el idioma que yo hablaría,
ya se había estancado el mundo
ya había pichones deseando las sobras de los banquetes.
Desconozco la cantidad de personas que murieron
el día de mi nacimiento
y ese pensamiento no me deja tranquila.
Cuando te conocí, ya tenías cicatrices
ya habías elegido malos portadores de tu confianza.
ya había pichones deseando las sobras de los banquetes.
Desconozco la cantidad de personas que murieron
el día de mi nacimiento
y ese pensamiento no me deja tranquila.
Cuando te conocí, ya tenías cicatrices
ya habías elegido malos portadores de tu confianza.
Pero si resucitás algo de amor
nos olvidaremos de las casas que abandonamos
las plazas sin juegos ni árboles
y romperemos la niebla con nuestros cuerpos
hasta perdernos en el humo
y reír.
Puedo ser la humedad de tu celda
haciendo la Marcha de la sal
en cada una de tus lágrimas
para encontrar el elixir del dolor
y lo que podemos hacer a través de él.
Y definiremos una nueva belleza
en nuestras manos llagadas.
Ayelén