Leímos en clase los primeros capítulos de “Dailan Kifki”, libro escrito por María Elena Walsh, con la intención de generar curiosidad para que los chicos continúen la lectura individualmente en vacaciones de invierno.
Como actividad les ofrecí el inicio de algunos capítulos para que ellos completaran la historia.
De este modo, con el trabajo terminado, tendrían en su poder una "novela" de su autoría, con la ayuda … claro … de María Elena Walsh.
Esta es la versión de Manuela.
1
El jueves yo salía tempranito a pasear mi malvón por la vereda, como todos los jueves, cuando al abrir la puerta ¡zápate! ¿Qué es lo que vi? El zaguán bloqueado por una enorme montaña gris que no me dejaba pasar.
¿Qué hice? La empujé. Sí, empujé la montaña y conseguí sacarla a la vereda. Y allí vi, creyendo soñar, que la montaña era nada menos que un elefante. ¿Se dan cuenta? ¡Un elefante!
Ya iba a gritar pidiendo socorro cuando me fijé que el animalote tenía una enorme carta colgada de una oreja. En el sobre estaba escrito mi nombre con letras bien grandes, de modo que lo abrí, y esto era lo que decía, escuchen bien:
“Estimada señorita: Yo me llamo Dailan Kifki y le ruego no se espante porque soy un elefante. Mi dueño me abandona porque ya no puede darme de comer. Confía en que usted, son su buen corazón, querrá cuidarme y hacerme la sopita de avena. Soy muy trabajador y cariñoso, y, en materia de televisión, me gustan con locura los dibujos animados”.
¡Imagínense! ¿Se imaginaron? ¿Se imaginan qué problema?
Dailan Kifki me puso ojitos de perrito faldero, eran irresistibles. No me quedó otra locura que meter al animalote en mi casa. Luego iba a ver cómo se lo explicaría a mi familia.
Como el elefante se quedó trabado, el marco de la puerta se rompió en setenta millones de pedacitos chiquitos. Apenas entré vi a Dailan Kifki merodeando por la heladera buscando algo para comer. Pero … ¿qué le podría gustar a un elefante?. Probé con maní, ni lo tocó, el muy desubicado. Probé con bananas ¿pero a que no saben lo que me hizo? me las tiró todas por la cabeza. En ese mismo instante entró mi hermano Rodrigo y al ver al animal exclamó -¡Estamos fritos! –terminada la frase Dailan Kifki se puso a saltar y mover la cola. Fritos, fritas … ¡papas fritas!, claro, eso era lo que le gustaría a mi elefante. Enseguida lo mandé a Rodrigo a comprar setenta paquetes de papas fritas. Mientras, le fui armando una camita a Dailan Kifki en el patio con nueve colchones, veinte frazadas regordetas y una almohada de tres metros. Mi querido elefante se instaló enseguida en su nueva cama a saltar chocho de alegría. Se comió cuarenta paquetes de papas fritas y se durmió un buen rato. Pero a la noche algo le pasaba a Dailan Kifki porque lloraba despacito.
2
Yo le tomé mucho cariño a Dailan Kifki. Por eso, una noche, al oírlo llorar muy despacio, se me partió el alma.
¿Por qué lloraría el pobre Dailan Kifki a medianoche, en el jardín?
Por supuesto que decidí bajar a ver qué le pasaba al pobrecito. Estaba enrolladito, con la trompa hecha un firulete. Lo que pasó es que la luz del patio se había quemado y el pobre Dailan Kifki se había quedado solito en medio de la oscuridad. Decidí acariciarlo un poquito pero al apoyar mi mano sobre su rugosa piel, el pobre, muy asustado, pegó un estruendoso grito que hizo retumbar toda la manzana.
Cuando me vio se tranquilizó, y como decía la carta le hice un balde de sopita de avena. Me senté junto a él y me dormí en la compañía de mi nueva mascota comilona de papas fritas y sopita de avena.
Pero al otro día no sabía lo que me esperaba.
3
Mi papá, mi mamá y mi hermano Roberto se despertaron, y al minuto se pusieron todos a llorar y a patalear.
_ ¿Qué pasa? –pregunté yo, muerta de sueño porque había pasado muy mala noche a causa de mi elefante enfermo.
_ ¿Cómo qué pasa? –dijo mi mamá.
Abrí bien los ojos y fui a verla.
Estaba atrás del sillón junto a mi hermano Rodrigo y mi papá. Todos estaban muertos de miedo con la vista clavada en el patio. Algo había pasado con Dailan Kifki , lo presentía, me levanté el volado del camisón y bajé apurada a ver a mi elefante querido comilón de papas fritas y sopita de avena. Lo único que estaba haciendo mi Dailan Kifki era regar las plantas con su larga y firuleteada trompa, muy tranquilo.
_ Mamá, papá, Rodrigo, puedo explicarlo …- y así fue como les conté que Dailan Kifki se había aparecido en el zaguán con una carta y que me puso ojitos irresistibles y que le gustaban las papas fritas y la sopita de avena y que esto y lo otro .
Todos me escucharon muy detenidamente, cosa que no pasaba nunca en mi familia. Cuando terminé, después de una hora, mi mamá fue la primera valiente en preguntar: -¿y qué vas a hacer nena con Dailan Kifki?
_ Pienso conservarlo, yo me encargaré de todo, y no se preocupen que en esta casa no va a haber ningún desorden con Dailan Kifki.
_ Lo aceptamos –dijo mi papá- parece muy buen acompañante.
Yo saltaba de alegría, y Dailan kifki, también. Él no se quería ir, se quería quedar, le gustaba la compañía de todos nosotros. Pero ¡uf! lo que iba a pasar iba a ser una aventura más.
4
A la tarde, al volver del trabajo vi una multitud alrededor de mi casa.
“¿Qué habrá pasado?”, pensé alarmada.
Se oían silbatos de vigilantes, sirenas de ambulancias, chillidos, suspiros, gritos y patatuses.
Me abrí paso a empujones, como pude.
_ ¡Qué sucede? –pregunté.
¡Para qué habré preguntado! Todos los presentes comenzaron a hablar sin escucharse. Grité y grité hasta que me harté y le agarré de un tirón el silbato al vigilante.
Todos se dieron vuelta y me miraron sorprendidos.
_ Nena –dijo mi madre- Dailan Kifki, ay Dailan Kifki, estaba ayudando a tu padre a regar el pastito de la vereda cuando en eso pasó Don Fito con su camión extra grande y tocó bocina. ¡Ay pobre elefante! se pegó tal susto que dio un salto que lo dejó sentadito en la copa del árbol –dijo sin respirar.
Miré rápidamente y lo vi, era verdad, mi elefante estaba con la trompa enrollada en la punta del árbol.
5
Bueno, como les decía, resulta que allí estábamos todos con tortícolis de tanto mirar para arriba durante horas sin que a nadie se le ocurriera un método eficaz para bajar a Dailan Kifki del árbol.
Yo tomé una decisión: ir a buscar al Bombero.
Ay, ese Bombero, con gruesos cabellos rubios, ojos marroncito claro, ese Bombero que me daba vuelta. Llegué al Cuartel de Bomberos y pregunté por él. Estaba, le expliqué mi situación, me creyó el muy caballero. Corrimos a mi casa, y ahí seguía, Dailan Kifki sentado en la punta del árbol sin entender nada. El Bombero llevaba con él su bolso, ese bolso rojo que nadie sabía qué contenía.
_ Ahí está, ese es mi querido elefante –dije.
_ No te preocupes, yo lo bajaré en un abrir y cerrar de ojos –dijo con una sonrisa.
Sacó de su bolso una escalera y un par de alas blancas. Pero cuando estaba subiendo se le voló el sombrero, yo por supuesto corrí a agarrárselo. El sombrero era rojo, como el bolso, y tenía olor a flores. Se lo di, me agradeció y subió triunfante.
Con él había venido Tomás, otro bombero en entrenamiento. Bueno, volvamos al apuesto Bombero.
6
Al verlo en la copa del árbol, mi mamá dijo:
_ Qué Bombero tan valiente, te tendrías que casar con él, nena.
A mí me dio mucha vergüenza y corrí a buscar mi largavista para poder ver mejor las actividades del Bombero, que estaba tan arriba.
Vi que se había montado sobre la cabeza de Dailan Kifki y le estaba colocando alas.
Una vez colocadas exclamó:
_ ¡Tomás, pasame la cuerda rápido! Pero Tomás no respondió. Probó tres veces más, y definitivamente Tomás se había mandado la macana de irse. Y al primer viento ¡zás! las alas de Dailan Kifki empezaron a moverse, y así como así, salió volando con el Bombero sentado en su cabeza. Y fueron haciéndose tan chiquitos que eran imposibles de ver.
Como se hacía de noche mi familia y yo entramos, yo llorando, había desaparecido mi querido elefante comilón de sopita de avena y papas fritas. El pobre estaba en el cielo volando, solo, bah no solo, pero con una persona extraña para él.
7
Esa misma noche tuvimos una reunión de familia. Mi mamá dijo:
_ Hay que denunciar la fuga de Dailan Kifki.
_ Y a todo esto –dije yo haciendo pucheros-, el pobrecito Dailan Kifki anda por el cielo sin tener quién le prepare su sopita de avena.
_ Estamos fritos –afirmó mi hermano Roberto.
_ Nene ¿no me podés decir una idea en vez de decir pavadas? –dije yo furiosa.
_ No –dijo mi hermano.
Mi papá estaba sentado en un sillón, callado, pensando.
_ ¡Ya sé! –dijo pegando tal grito que todos saltamos de la silla- Vamos a buscar al abuelo, a Misiones, él sabrá qué hacer.
Y sí, mi papá estaba en lo cierto.
Mi abuelo era un genio y seguro que iba a hallar la forma de encontrar a mi elefante. en ese instante nos pusimos a armar las valijas para emprender viaje a la mañana siguiente. Cuando el primer rayo de sol se metía por las ventanas de los vecinos, nosotros ya estábamos a mitad de camino.
Tras muchas horas de viaje llegamos a la casa de mi abuelo. Tocamos timbre se abrió la puerta: _ Buenos días, soy el Chíquitisecretario del señor Ramírez. ¿A qué vienen y quiénes son? –dijo el hombrecito.
8
Tuve que contar la historia. El Chíquitisecretario la oyó muy asombrado y dijo que era la primera vez que se realizaba una hazaña semejante en el país. Me felicitó por tener un elefante tan inteligente y puso a disposición un helicóptero para recorrer el cielo en busca del Dailan Kifki y el Bombrero.
_ Gracias señor, es usted muy amable –dijo mi papá encantado por la voluntad del hombrecito.
_ Muchas gracias. Una cosita, el señor Ramírez no se encuentra en este momento, vuelve a las diez ¿desean un mate?
_ ¡Sí, por favor! –respondimos todos a coro.
Luego de unos minutos el Chíquitisecretario volvió con un termo lleno de agua caliente.
Luego de tomarnos cien mates aproximadamente llegó mi abuelo, con su bigote peinadito.
_ Hola, mi querida familia –saludó.
_ Hola abuelo, te extrañábamos mucho.
9
Claro, ustedes no saben cómo es mi abuelo. Es un viejito de barba y lentes, muy sabio y estudioso, pero cascarrabias. Yo estaba un poco distanciada de él porque quería seguir mandándome a la escuela. La verdad es que él quiere mandar a la escuela a todo el mundo.
Fui a buscarlo para que formara parte de la gloriosa expedición y el abuelo se entusiasmó. Abrió un baúl lleno de telarañas y sacó un casco de explorador, una escopeta de corchito, una red de cazar mariposas, una brújula y un espadín de lata.
_ Abuelo, tiene que venir para decir el discurso oficial cuando encontremos a Dailan Kifki.
_ ¡Dailan Kifki? ¿Y ese quién es? –preguntó.
_ Mi elefante, es una larga historia y no tenemos mucho tiempo.
_ Papá, tu Chíquitisecretario mandó un helicóptero a buscarlo –dijo mi madre con el ciento un mate en la mano.
_ Bien hecho hombrecito.
_ Gracias. ¡Ah! una cosita, vuelva temprano que tiene una sesión de fotos para la revista Caras.
_ Estaré aquí en menos de lo que canta un gallo.
Se deben preguntar porqué mi abuelo tenía una sesión de fotos ¿no? Es que él es el mayor explorador en la faz de la tierra y todas las revistas lo quieren entrevistar.
En el interior sonó el teléfono y el Chíquitisecretario atendió:
_ Sí, ok, sí, no, ok, sí, no, chau –fueron las únicas palabras que dijo.-
¡Los encontraron! Estaban en un tren, Dailan Kifki sin las alas pero con un traje de pasajero.
¡Gran alegría se armó!
10
¿Quieren que les cuente cómo volvimos todos? Volvimos en tren.
Dailan Kifki, siempre con la trompa enrulada para arriba y su traje de pasajero, se acomodó en un asiento, con cara de disimulo.
Por suerte el vagón estaba vacío. Por suerte el guarda era un poco miope. Por suerte llegamos sanitos y a salvo.
Llegamos por fin a mi casa, llevé a Dailan Kifki al jardín. Parecía contentísimo.
Contentísimo de quedarse con nosotros, contentísimo de tener sopita de avena y papas fritas, contentísimo de volver a estar en su hogar con su nueva familia.
¿Y el Bombero? El Bombero era un bobo, ¡dejó a Dailan Kifki sólo en el tren!
Y así fue como tuve una nueva mascota, una grande, llamada: Dailan Kifki.
Fin
Manuela