Sentada en el banco, lo veo marcharse.
En el auto se asoma por la ventanilla. Saca los brazos, saludo, y los deja caer fuera del auto, para seguir observándome.
Mirando cómo se iba, disfruté hasta el último momento para verlo. Él parecía hacer lo mismo.
Cuando desapareció, me guardé ese instante como uno de los recuerdos más lindos de mi vida … al acordarme, se me dibuja una sonrisa enorme al pensar en él.
Y me dí cuenta que siempre está presente.
Siento mi alma feliz al pensarlo, al escuchar su voz en mi mente, el saludo de la llegada y la despedida.
Cuando lo recuerdo, siempre es un día hermoso y lluvioso.
Me siento en compañía y sola.
Micaela