Macarena era una nena de tres años. Su imaginación era inmensa, según sus padres.
Ella veía a unas niñas en su casa. De su misma edad. Eran dos. Agustina era buena. Con ella se llevaba bien. Pero la otra, Camila, su “amiga invisible” era realmente mala. Mala como ella misma.
Macarena se tomaba muy en serio lo de sus amigas. Aunque despertaba curiosidad en los padres. De noche, escuchaban pasitos por la cocina o el comedor y sus hijos estaban durmiendo. Escuchaban “papá” o “mamá”, con voz de niñas.
Macarena, se caía al piso, se golpeaba fuerte y se ponía a llorar. Ella la veía, con pura claridad, la veía.
Agustina, en la mente de Macarena, la defendía.
Pasaron días, semanas, meses y llegaron al año. Sus padres, ya estaban cansados.
Mientras Macarena hablaba con Agustina, su madre entró a la pieza. Le dijo que Camila se había ido en un barco, lejos. Y nunca más la volvería a ver.
Desde entonces, Macarena no tuvo amigas invisibles frente a sus padres.
Pero Camila, siempre le estuvo haciendo el mal y destruyéndola en la mente.
Micaela
