Luego de elegirle un lindo pañuelo, me fui a la casa de Doña Uma. La iba a visitar por su cumpleaños.
Me paré en el porche de su casa color crema, siempre con las flores rosas decorando las ventanas.
Me puse a pensar, no le quería decir la misma frase de siempre: ¡Feliz Cumpleaños!. Estuve esperando varios minutos hasta que Doña Uma preguntó con su voz chillona:
_ ¿Quién es? –dijo.
_ Yo abuela, Juan.
Mi abuela Uma tenía el pelo alborotado, sabía que esa selva había sido obra de mi hermana.
Todavía tiene el ritmo de salsa en los pies, nos bailó un poco. Luego nos desfiló su tapado nuevo y después nos leyó la Biblia, y todos nos quedamos dormidos.
Luego de soplar las noventa velitas se fue a dormir la siesta y esa acción significaba que era hora de irnos.
Manuela